jueves, 13 de agosto de 2015

Microrrelatos de agosto ( II)



El DÍA MÁS FELIZ



Luisito, acababa de acostarse muy cansado tras vivir el día más feliz de su vida. Eso, al menos, le habían venido diciendo desde meses atrás y no acababa de entenderlo.

- ¿ Nunca llegaré a estar tan feliz como ese día? - le preguntó en cierta ocasión al sacerdote.
- No seas memo y no hagas preguntas. Las preguntas las carga el diablo - le contestó.

Con la luz apagada y la manta tapándole hasta la oreja, recordaba cómo aquella mañana- con voz crecida  y diáfana- había renunciado a "Satanás, a sus pompas y a sus obras" para poder recibir el Cuerpo de Jesús, aunque el auténtico disfrute fue cuando se comió, junto a sus primos, una buena porción de tarta con chocolate. Además, pudieron repetir.
No lograba conciliar el sueño mientras daba vueltas y vueltas en su cama. Por su mente agitada, pululaban ideas y palabras que a modo de ecos lejanos, don Anselmo, el cura, le arrojaba asomado desde su púlpito como si de un acantilado se tratase.

- Queridos niños, si el hombre muere en pecado irá al fuego eterno. ¿ Y sabéis qué es la eternidad?.... ¿ Sabéis lo que es?. Imaginaros una descomunal montaña con forma de cubo. Cada arista mide un millón de kilómetros. ¡ Pues escuchadme bien! . Cada millón de años, un pajarillo se acerca y se afila el pico. Cuando la montaña desaparezca habrá pasado el primer segundo de la eternidad. Sí, me habéis oído bien. ¡ Solamente el primer segundo de la eternidad !.

Luisito, esa noche, durmió como pudo entre oscuros acantilados, montañas descomunales y la fantasmal  sombra gritona y exaltada de don Anselmo.
Por la mañana, mientras desayunaba con su madre, observó cómo un pajarillo se afilaba  el pico jugueteando sobre una maceta colocada en el alféizar de la ventana. Se levantó de la silla para acercarse pero el pajarillo emprendió rápido el vuelo.

- Venga, termina de una vez el desayuno y no pierdas el tiempo. ¡ Estás tardando una eternidad!.

Pensativo, miró a su madre y le dijo:

- Entonces tendré que esperar a que el pajarillo vuelva un millón de veces antes de ir al colegio.       Será sólo un segundo. Un segundo de eternidad - le dijo a su madre.
- No digas tonterías. Termina  y coge tu cartera que es tarde.

Mientras caminaba por la calle, a Luisito no se le quitaba  una idea de la cabeza: también don Anselmo, aquel hombre tan serio, decía tonterías como él. Así que nunca más volvería a creerle.
Aquella mañana, camino del colegio, se sintió muy feliz. Sonriente, aligeró el paso hasta desaparecer cuando dobló la última esquina.

( JAEM )

7 comentarios:

AGL dijo...

Precioso... Esto promete. Ya me veo en diciembre en la presentación del libro...

Anónimo dijo...

Evocador relato, que, a una generación, nos invita a bucear en como vivimos nuestro "día más feliz".
Donde conviven la tenebrosa figura del parroco de turno y la siempre " filosofa" madre capaz, con un plis- plas de devolvernos a nuestra alegre realidad de niños. Cuando nuestra unica preocupación, era caminar por la calle sin pisar las rayas que unian las baldodas.
Gracias por aportar a este agosto un motivo más de disfrute. A.M.P.

JAEM dijo...

a AGL.: te agradezco tu comentario pero... dejémoslo en escribir en un blog mientras que las ganas no falten. Me doy por satisfecho en el doble placer de poner palabras a mis pensamientos, y de ser leido. No deja de ser una comunicación gratificante. Gracias de nuevo.

JAEM dijo...

A A.M.P.: Me ha gustado tu aportación en cuanto a esa doble vivencia: la vida cotidiana y sus juegos como exclusiva preocupación y ese otro plano, de alguna manera, más negro. Aunque bastaba con un buen desayuno y sentirse protagonista aunque no entendiésemos nada. ¡Que nos quiten lo bailao!, aunque también nos deberían quitar de nuestra mochila.... "lo no bailao". Que fue mucho.
Gracias, también, por compartir.

Antonio J. dijo...

¡Que bonito! Toda una generación nos sentimos reflejados en el relato. Nos marcò tanto que a mi memoria vienen libros, películas, entre ellas " Harriba Azaña" para meternos el miedo en el cuerpo. Lo bueno es como termina, Luisito al contrario de Chesterton le sirve para decantarse por la racionalidad.

Antonio J. dijo...

La película era "Arriba Hazaña", porque un niño preguntaba si Azaña se escribía con hache.

JAEM dijo...

El miedo en el cuerpo y el sometimiento a través de la culpa. Sobre ella nos regaló el psiquiatra Carlos Castilla del Pino un magnífico ensayo editado en 1968. He querido que el final del relato fuese todo un canto a la razón como tú dices, aunque obviamente eran otros "cantos eclesiales" los predominantes en aquella polifónica franquista. Gran película en los inicios de la Transición, la que cita la que citas. No tiene desperdicio.
Gracias por tu aportación. Un saludo.